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No hay una parte de nuestro cerebro que sea la parte espiritual de nuestro cerebro. Cuando las personas se dan cuenta de cuáles son sus propias creencias espirituales o religiosas, incorpora sus emociones, sus procesos de pensamiento, sus experiencias, e incluso también sus comportamientos. Entonces, todas estas formas diferentes en el que interactuamos con el mundo, puede potencialmente formar parte de nuestras prácticas religiosas y espirituales.